Almizcle zalamero,
betún de la ocasión,
yo me pongo el pompón
de decirte: "te quiero".
Arengas de Del Caño,
siringa subibaja,
yo me meto en la caja
de decirte: "te extraño".
Bautistas ya sin fe,
colación misteriosa,
yo me anoto a la rosa
de decirte: "volvé".
¿Se bailará esta música?
¿Se seguirá en silencio,
sentados, extasiados?
Yo la escucho escribiendo,
anotando los temas
que el reguero del tiempo
me acerca. No son muchos:
el vacilar del cuerpo,
que envejece entre cosas
inmóviles, y el cero
infernal que la Guerra
venidera, que espero
no vivir, trazará
sobre este mundo ajeno.
Vos sabés, yo me ocupo
de cuestiones domésticas
esas vueltas que escribo
chequeando mis miserias.
Me importa nuestra casa
y no entiendo por qué
nos peleamos de a ratos,
y es odio, y es placer.
Será que la rutina
nos nefrega. Decime
qué es mejor: si las broncas
o andar un toque tristes.
Una vez más, mañana
se acaba la semana.
El sábado tu madre
cocinará y tu padre
se mantendrá callado.
El domingo, un asado
en casa de la mía,
y vos harás de tía.
Socializar. Arena
para tapar la pena.
Las horas, repartidas
entre libros y charlas,
se van, una por una,
como las aguas mansas
de un río patagónico
que hacia el este viajara
irremediablemente.
Las horas, y la aljaba
de que la muerte toma
las flechas que te trazan
el camino que todos
recorremos, a gatas
o decididos, lenta
o velozmente, hacia
su mansión. Estas cosas,
tantas veces narradas
como previendo, digo
a mi turno: no cansa
cantar cosas que son
de ayer y de mañana.
El mundo es un invento,
algo que no está aquí,
en mi pieza, y que intento
descartar. Un sufí
diría que es la idea
más abstracta que es dable
imaginar, apnea
que nos agota. Amable
es escuchar a Anita
barrer en la vereda,
quizás en camisón.
¿Qué es lo real, Almita?
Querer una arboleda
en la Agustín Garzón.
Ya casi son tres años
de andar juntos, amor.
Hagamos una cena,
algo con replandor.
No digo algo fastuoso:
en penumbras, con velas.
O salir a algún lado
y vos, mil Antonellas
riendo para siempre,
toda feliz, me das
de probar de tu plato,
y yo te pido más.
Y nos volvemos en
un taxi caradura
que no tenga monedas
para el vuelto. Ternura
siento al planificar
el filling de esta cita
más que el modo concreto.
¡Y que tengamos guita!
"Hay que imaginarse a Sísifo feliz." Albert Camus
Hacés lo que quisiste
desde siempre: entregar
tus horas a la larga
lectura y a poner
por escrito los temas
que te conmueven. Sí:
un tiempo dedicado
a los libros por mor
de ellos mismos. Gustoso
aprovechás la luz
de los días y noches
para ejercer lo más
difícil: liberarte
de todo sin caer
en la pereza imberbe
de quien no tiene, en fin,
amo ajeno que obligue
a trabajar. Sos vos
el que empuja solito
su roca hacia el azul.
Queriendo merecer
un poco de atención,
me convertí en sufí
que no busca la luz
pero que va por más.
La plata la gané
mediante un apagón:
a la CIA me di
contra Caracas. ¡Uy,
revelé mi otra faz!
La verdad hay que ser
más reservado. Doy
un billete al que mi
secreto guarde. Tul
de sombras junto al mar.
Jugás al ajedrez
apasionadamente:
"sorete" le decís
al yanqui o al afgano
que juega en su país
o vaya a saber dónde
con vos, que estremecés
la casa con tus turbias
exclamaciones. No,
no te escucha. (La compu,
ventana a un otro yo
que no te conocía.)
Claro, yo también duermo
y vos, amor, capaz
que me hayas observado.
¿Cómo seré? Jamás
me lo ha contado nadie
hasta ahora. ¿Verás
mi cuerpo cómo ronca,
cómo suda? ¿Serás
de enternecerte? Dejo
de preguntar sin más,
despreocupado y libre.
Ya vos me informarás.
El soneto y Pampita
juegan a la berlanga.
La pasarela, sita
en la playa, se enfanga
con arena lodosa
--esto no es el Caribe--
y Pampita, que posa
al jugar, se apercibe
de que sus piernas se han
percudido con barro.
¡Es culpa del pillastre!,
que pide a los que van
a la City un buen jarro
de agua para el enchastre.
Por una vez no fluyen
las palabras. Dispongo
como pesados bloques
cada verso: retomo
temas de ayer, gastados
como viejos colosos
que se irguieran al pie
de un lago neutro como
este presente puro
y granítico. Arrojo
entonces una piedra
a las aguas y rompo
ese reflejo falso
de las moles. (Un pozo
quisiera en que ocultarme
y devenir, deseoso.)
Pampita se divierte
cocinando ensaimadas.
Su risita convierte
las densas vaharadas
que se elevan del horno
de barro al cielo azul
en bikini que el torno
de tu mirada cool
quisiera transparente,
delicuescente... Goza
Pampita con el puente
que hay de tus ojos lila,
rijosos, de raposa,
a su piel, que encandila.
La persona poeta
prepara su comida
diciendo una casida
que, a modo de receta,
enumera ingredientes
a cual más ilusorio;
porque es el desposorio
de sus 36 dientes
con los versos. Así,
oficia de rabí
en la azul ceremonia:
mascar sin acrimonia
habiendo recitado
el cómo del bocado.
La risa perentoria,
uncida a carromatos,
tipifica de a ratos
a la razón. Gran noria
en que giramos, andan
la mufa y la violeta
prendidas de una teta
descomunal. Demandan
de dónde pretendientes
se agenciarán. Los tronos
que protegen sus bonos
están podridos. Mientes
si dices que al Averno
no le creció otro cuerno.
