Me pedís que te escriba
más versos. Qué mandona.
Qué almita más glotona.
Siempre serás la piba
que exige un chocolate
a dos de la mañana,
la tirana lozana,
pillina. Escaparate
de lo que no soporto,
una sola sonrisa
y me rindo. La prisa
por complacerte, corto
de tiempo, es entimema:
aquí está tu poema.
Me maliciás. Cavás
en mis poemas para
ponerlos cara a cara
con lo que soy, los das
al ominoso osario
de lo mentido. Yerra
quien escribe. Qué perra
que es la palabra, diario
contubernio de frases
que voy eslabonando.
No hay ni por qué ni cuándo:
un idiota, sus fases.
Escribís con la unción
de un álamo bucólico.
Como tu tío alcohólico,
vivís de la pasión
de hacerte de fronteras
que afirmen sin tapujos
que los que no son brujos
tampoco son parteras.
Escribís a rebato
¿y te quejás ahora?
Instalaste Fedora
después de asar un pato
y comértelo. ¿Más?
Ya no significás.
Las rimas de ocasión
no salen a propósito.
Andás como un expósito
en medio de un salón
en que todos departen
chascarrillos y gracias
subitáneas. Acacias
y lapachos comparten
tu condición de paria
en jardines de oscura
gravedad. Qué locura
oponerse a la diaria
y despareja lucha
que es guardarse en tu cucha.
¿No irás a lamentar
haberte separado
ahora que la ves
on-line y son las cuatro?
No imaginés. Que pase
un poco hacia el pasado,
y otro poco, y así,
esa historia. Que el rastro
de los rostros se pierda,
y que cruces a nado
las aguas del olvido
sin hacer ni un escándalo.
Las máscaras verbales
que requiere la vida
nos tienen en tribales
dislates. La sentida
transparencia que nombra
hasta el delirio yuntas
que nos hacen, alfombra
lo verdadero, en puntas
de confusión nos hunde,
dando, como pasado,
una bici a tu lado.
En ella se confunde
todo, como un embudo
que traga nuestro engrudo.
La red funciona como
un índice infinito.
Todo lo que está escrito
lo colaciona el Gnomo
de las Combinatorias:
la máquina plural
revela un potencial
de sucesivas glorias
inagotables y
disímiles: canales
portentosos... (Eriales,
según el baladí
uso habitual: "el templo
más friki", por ejemplo.)
Ya no me importa nada.
Los valores burgueses
son fastidiosos. Cada
jugada sus reveses
presenta, y hay que ser
prolijos hasta el colmo
de la idiotez. Hacer
de la conducta un olmo
que se poda buscando
no la belleza sino
lo ventajero, cuando
una silla de pino
exige solamente
sentarse o levantarse
sin pensarlo. Una ausente
mirada suele hallarse
en el rostro burgués,
que ha hecho los deberes
propios de la vejez
antes de tiempo. Alférez
de una injusta Ciudad,
pobre guaso en verdad.
Dura muy pocos días
el entusiasmo. Leo
libros que implican una
sensación de renuevo.
Pero después arriban
horas de desaliento,
y no hay una lectura
que colme lo que dentro
se agita: un receloso,
cavernoso desierto
que reina muchas veces
por demasiado tiempo.
Y después, porque no hay
nada realmente eterno,
vuelvo a pasar las hojas
con alegría. De esos
vaivenes no me curo:
ojalá fuese cierto
el siempre de esas voces
a las que les doy cuerpo.
Te gusta cuando escribo
poemas con estrofas.
Te parece que suenan
delineadas, redondas.
Simetrías, contrastes
y ecos: eso retorna
a cada vuelta, como
en una danza. Ahora
fijate en este juego
con rimas: una sola,
que regresa y regresa
como una única nota
que al final se adormece
y deja de ser ola.
Como el Tío Machete
se mamó, Manodura
se acordó de ese cura
que quiere que lo rete.
"¡Borracho!", le gritó
para empezar, pero antes
lo sentó en los estantes
de cebada. Medró
el reto. Ahora el Tío
sólo toma coquita
de lugar. Manodura,
por su parte, cabrío,
duerme, despierta y pita
para tu desventura.
Un oso pederasta
y un enano zumbón
disuelven tu muñón
--sin que supliques "¡basta!"--
en ácidos mexicas
que tienen de la comba
de un arco la azul bomba
de Spinetta. Quejicas
los Melampos tullidos,
zambos, manumitidos,
y triunfales los duchos
Esculapios del ser
que usan de neceser
lo que sirviera a muchos.
Los camiones efluvio
de la cuenca morocha
que rae Dardo Rocha
e incrimina el Vesubio.
La lluvia metejón
con sus tres bandoleros,
el escarpín de un Eros
que recorriera Tlön.
Una ardilla arrechucho,
el glaucoma de un pucho,
la liza entre pasotas.
Todo esto muestra el dique
en que se van a pique
los que andan en pelotas.
Plata sobre la mesa.
La veo convertida
en tabaco y arroz
con mayonesa. Vida
escandida en metal:
no sos esa querida
beatitud que se esparce
por una Arcadia urdida
entre mágicos sueños,
sino la arrepentida
de haber nacido. Pocos
estiman la mentida
urgencia de las horas.
Yo me entrego a la huida
que es la noche callada
que a un verso se marida.
La tarea consiste
en regresar al cabo
del tiempo y descubrir
que todo estaba dado
ya desde siempre. Luz
de mi madre cantando
con una voz finita
y feliz. Firme paso
de mi padre por las
baldosas. Con los años
constato que el sabor
de las cosas es tanto
más verdadero o dúctil
cuanto menos lo atrapo
con las palabras. Modos
de los días, y el mazo
de la mañana que,
llovida, acorta espacios.
para Cuqui
Bebimos y lloramos
con una amiga. Estamos
y dejamos de estar,
y el amor, que es un dar
porque sí, cuando acaba
y se despide, cava
un pozo de mentira
en la frase que tira
y en el callar que duele.
Vuelva el amor y dele
a las cosas sabor.
Cante el pleno dulzor
de la verdad. Herida
que miente: muerte en vida.
