Es la Mirtha Legrand
de todos los poetas
obsequiosos. Sus tretas
son las mismas: con gran
despliegue de ironía
y con mucha finura
dice cualquier locura
y lo aprueban. Hacía
en otro tiempo un diario
y un suplemento en que
amarrocó su fama.
Por el canto el canario
se conoce: su fe
no le consiente el drama.