Por suerte aún la música
me deleita. Qué haría
con tantas horas turbias
por delante, vividas
como golpes sedientos
de un resplandor que nunca
se concreta, con celos
de qué que la premura
agiganta. Venablos
serían, sin final
aparente, callados
estatutos de un gas
que te asfixia. Que suene
la música, que sueñe.