SCRIABIN
Desnudo, hacia las tres
de la mañana, escucho
algo que no hace mucho
poníamos, revés
de nuestros tontos modos
pueriles. De repente,
el piano, que Occidente
entronizó entre todos
los instrumentos --cuando
la música era buena--,
se calla, y la serena
noche se esparce dando
a mi cuerpo indefenso
placer como de incienso.
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